«Bajo el Manzanillo» del 25 de noviembre de 1951 criticaba el «aspecto de algunos establecimientos de bebidas de auténticas e indecorosas ‘tascas’, montadas con unos cuantos ladrillos, varios cajones viejos, unas sillas de la peor clase y una fachada con cuatro letras mal trazadas que más bien son de ‘ventas populacheras'»
